La brisa acarició su rostro y besó sus labios, apenas una
caricia que perturbó su sueño y lo devolvió al mundo de los vivos. Yacía
desnudo en el catre, con los fuertes músculos cubiertos de sangre, acribillados
por las cicatrices de toda una vida de guerra. La sábana de lino que lo
protegía de la noche del desierto se adaptaba a su cuerpo, comulgando en
perfecta armonía con su anatomía, siguiendo cada línea con delicada exactitud.
Su miembro viril se hallaba erecto, duro como el de un cachorro en el burdel
más recóndito y sucio del Imperio. Era un hombre en la plenitud de la vida,
severo como los desiertos que lo habían visto guerrear. A pesar de todo, no
dejaba de ser un pendenciero que había dejado atrás los mejores años de su
existencia. Un Duelista de Ulula al que le costaba reconocer que le era
imposible seguir el paso de sus hombres más jóvenes al cabalgar.
Joder!!!... Olé!!...Tu!!
ResponderEliminarUn placer volver a tenerte por aquí...
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ResponderEliminarMenuda prosa.
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