Autor: William King
Edición: Timun Mas
Páginas:78
Año de publicación: 2003
La tormenta
El barco de vapor de los enanos, el Martillo de Tormenta, atravesaba las olas dejando detrás nubes de humo y gaviotas. Sus palas batían el océano, impulsándolo contra el viento a una velocidad que habría sido inconcebible en el caso de un barco a vela que navegara por aquellos agitados mares. A lo lejos, amenazaban enormes nubes de tempestad.
Félix Jaeger, reclinado en la barandilla, contemplaba el mar que rompía contra la amura. Cabalgando en la onda de proa, un grupo de delfines seguía con facilidad al barco, saltando fuera del agua y volteándose en el aire para enseñar sus vientres, antes de caer nuevamente al agua entre salpicones. Tal era su velocidad que daban la impresión de volar bajo el agua, más que nadar. El simple hecho de mirarlos hacía que Jaeger se sintiera feliz, aunque era incapaz de determinar la razón precisa de ese contento. Tal vez se debía a sus caras, que algo en la forma de las bocas hacía que pareciesen sonreír, cosa que encajaba con la exuberancia de su movimiento y contrastaba con las expresiones amargas de los enanos que lo rodeaban....
La tormenta
El barco de vapor de los enanos, el Martillo de Tormenta, atravesaba las olas dejando detrás nubes de humo y gaviotas. Sus palas batían el océano, impulsándolo contra el viento a una velocidad que habría sido inconcebible en el caso de un barco a vela que navegara por aquellos agitados mares. A lo lejos, amenazaban enormes nubes de tempestad.
Félix Jaeger, reclinado en la barandilla, contemplaba el mar que rompía contra la amura. Cabalgando en la onda de proa, un grupo de delfines seguía con facilidad al barco, saltando fuera del agua y volteándose en el aire para enseñar sus vientres, antes de caer nuevamente al agua entre salpicones. Tal era su velocidad que daban la impresión de volar bajo el agua, más que nadar. El simple hecho de mirarlos hacía que Jaeger se sintiera feliz, aunque era incapaz de determinar la razón precisa de ese contento. Tal vez se debía a sus caras, que algo en la forma de las bocas hacía que pareciesen sonreír, cosa que encajaba con la exuberancia de su movimiento y contrastaba con las expresiones amargas de los enanos que lo rodeaban....
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comparte, comenta, difunde…