Crueldades

Me pregunté, mientras contemplaba la luna…

En aquél frío diciembre que helaba mi niñez.

En ese lugar que tantas veces me había visto jugar.

Donde los mejores años de mi vida… quedaron atrás.

En mi colegio, en mi rincón predilecto.

Me pregunté ¿Qué estarías haciendo? ¿Si me añorabas?...

¿Si te importaba como tú me importabas a mí?

¿Si sufrías mi castigo y no conciliabas el sueño?

¿Si te pasaba lo mismo que a mí, si llorabas por dentro?

Las preguntas se pierden inexorablemente en el olvido.

En el doloroso paso de los años, el triste caminar.

Recuerdos, sentimientos, días pasados, fechas lejanas.

Hoy no me pregunto qué sentías, cuan poco te importaba

Ahora mi alma comprende tu naturaleza.

Egoísta, ambiciosa, miserable, adulterada.

Las peguntas quedaron en el olvido, se perdieron en la sin razón.

En lo más oscuro de mi alma, en un pozo de soledad.

En el abandono que me ha acompañado, furtivo, a hurtadillas.

¿Qué importa lo que pudieses pensar?... Si tú no eras yo.

¿A quién benefician las respuestas? ¿Las excusas, las falacias?

A mí desde luego ya no me importan… Ni a mi odio desengañado.

Las preguntas quedaron en el aire, en el limbo de tu dejadez.

En la cruel realidad de mi infancia, junto a las limosnas de tu afecto.

¡Duerme, madre! Duerme como si no hubiese un mañana.

Descansa en tu cama de recios pretextos abrigados cual manta.

La luna no quiso hablarme, siquiera cuando me viera llorar.

Hoy no me siento todo lo especial e invencible, que me consideraba…

La luna sigue sin hablarme y el sol se mofa de mí.

Descansa en tu lecho, desdichado y ruin, junto a mi verdugo.

Esta noche de diciembre, fría y a la vez cercana, es mi cumpleaños.

¡Reposa en tu alcoba! Yo me dormiré cuando mi cuerpo entre en calor…