José Armero.
Tres años
después de encontrarme en aquel lugar ante ese momento helador, vuelven a mi, sueños,
sentimientos y recuerdos dolorosos de ese punto final, de ese antes y después. Un
antes y un depuse en el cual vino el ángel de la muerte para llevarme. Pero la
guerra contra los ángeles que me protegían era inevitable. Lucha, sacrificio, sufrimiento,
superación, después de la batalla con el resultado de la muerte de todos mis protectores y sufrir la derrota en
la batalla, que no la guerra, antes de dar mi último suspiro, una luz empezó a
brillar y dio paso al renacimiento, de entre todos mis ángeles a un nuevo ángel sagrado. Una nueva lucha sin cuartel,
sin rendición surgió. La oscuridad total por un instante llego a apoderarse de mí.
Lo que el ángel de la muerte no sabía, era que el poder del nuevo ángel se veía
incrementado cuanto más duro y dolorosa era la situación. Más fuerte era la
llama que surgía desde la más intensa oscuridad de donde victorioso me resurgí de la guerra,
acompañado ya por siempre del ángel que me protege, para guiar mi brazo en las nuevas
contiendas, donde nuevos aliados se unieron para escoltarme en el camino que queda por andar. El ángel de la no
rendición y el ángel de la felicidad.
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